Vivimos en un mundo que cambia rápidamente, pero lo que experimentamos es el resultado de un cambio constante, en nuestras sociedades y en nosotros mismos. Lo que está surgiendo ahora no es nuevo. Es el fruto de la interacción de lo que cada uno de nosotros entiende y acepta, o se niega a mirar.
Este resultado de la evolución forma parte de un diálogo constante y memorable entre nuestro pasado, nuestras acciones presentes y nuestras aspiraciones.
Los vínculos formales e informales que conforman esta transformación son los vínculos dinámicos presentes, en ciernes o de lo acaecido.
Sean lo que sean, estos recuerdos son el fundamento de lo que es, lo que fue y lo que será.
Y, ¿qué hacemos con lo que compartimos con otros?
El papel de la conciencia es la apropiación de la realidad (fenomenología), el papel del “compartir” es ser fuerza motriz de nuestro desarrollo, y el papel de la memoria es la interpretación de los hechos.
Todo esto de lo que estamos hablando, va mucho más allá de los afectos (emociones, sentimientos, pasiones), sino que toca, para cada uno de nosotros, el respeto por la evolución de nuestra alteridad.