Queridos amigos de España:
Quería volver a este tema especialmente porque se trata de uno de los ítems de las impregnaciones causales, Ao Poder de la mente y luego, un ítem implícito sobre los puntos emocionales, el 7: A priori. Primero, me gustaría definir la superstición con precisión. Siempre le damos un aspecto peyorativo, un juicio sobre personas que no son razonables y creen en cualquier cosa. La distinción es más sutil.
Ser supersticioso es temer al futuro, temer lo que pueda suceder, lo que no ha sucedido porque está en devenir. Pero el futuro no existe, no está escrito en absoluto, sigue siendo potencial en todos los sentidos de la palabra.
Para frenar un futuro que no ha sucedido, que aún no existe, vamos a utilizar creencias, creencias que son a prioris porque son imposibles de verificar.
Podemos creer o no creer realidades reveladas, objetivadas, pero son conceptualizables, verificables y reales, lo real del presente. Sin embargo el futuro no existe: ese es el problema. La superstición nos servirá para inmovilizar potenciales futuros, dependiendo de nuestros temores, nuestros miedos y nuestra incapacidad para creer en nosotros mismos y nuestras posibilidades de adaptación.
La superstición solo puede ser una ilusión que nos tranquiliza. Será pues perfecta y completamente en función de nuestra coherencia personal, si la necesitamos, es porque esta coherencia no se basa en la certeza de quienes somos.
Inhibiremos nuestros miedos dando forma a una realidad que aún no existe, es una ilusión. Si encerramos nuestra conciencia en ilusiones, nada cambia. Ahora vayamos a la nieta de la superstición, la fatalidad. Si el futuro existe, no tenemos libre albedrío y no tenemos autonomía, lo que significa que no somos dueños de nada; entonces lo que nos sucede está escrito, estamos fatalmente prisioneros de nuestros a prioris, no tenemos existencia vital. Solo podemos ser dueños del presente si no estamos condicionados por nuestras creencias erróneas.
Por consiguiente, toda superstición es un encerramiento del devenir, lo opuesto a la vida, es una fatalidad.
Ahora intentemos entender por qué encontramos muchas memorias de superstición en España. No es en absoluto por insensatez o estupidez sino por las memorias pasadas del pueblo español que luchó por su independencia y cuyo cimiento a lo largo de los siglos ha sido la religión católica en toda su fuerza. En Francia, la Ilustración ha relativizado (quizás demasiado) las religiones y lo sagrado, en España la creencia ha mantenido toda su potencia aunque las prácticas sean relativas. Y allí encontramos toda la impregnación de los campos morfogenéticos que condiciona los miedos y condiciona la salvación a través de la creencia.
Patrick