Poco a poco, a través de los medios de comunicación, la digitalización y la complejidad interactiva del mundo, vamos perdiendo la esencia de la naturaleza, de nuestra naturaleza. Apropiarse de uno mismo, encontrarse con nuestro verdadero yo, tomar conciencia del gesto de nuestra encarnación están en el origen del movimiento de nuestra vida, sea cual sea el propósito que nos impulsa.
Revelar lo que está inscrito en nosotros, como un capullo con potencial de belleza floreciente, es lo que justifica la dureza de la experiencia en el mundo contradictorio del azar.
La conciencia, que se comprende en todos los estados de la materia, exigirá que nos impliquemos de verdad, es decir, que estemos constantemente vigilantes frente al desapoderamiento que imponen cada vez más las sociedades homogeneizadoras.
Tener en cuenta cada fenómeno, ponerlo frente a una experiencia sensorial no anestesiada, ponerlo frente a nuestros sentimientos más profundos (percepción precisa de las emociones que nos impulsan) y, por último, ponerlo frente a nuestras sensibilidades (nuestras estructuras de pensamiento, nuestros ejes filosóficos), ésta es la receta de la toma de conciencia que nos convierte en seres responsables.
El misterio de la emergencia de la conciencia reside en la asociación sincrónica de estos tres modos de apropiación.
Nuestro trabajo consiste en ayudar a nuestros pacientes a conseguirlo y, al hacerlo, ayudarnos a nosotros mismos.